sábado, 19 de julio de 2025

Hoy no fue un buen día

 Hoy terminé el día con el cuerpo pidiéndome tregua, la cabeza a punto de fundirse y el corazón… bueno, el corazón intentando no salir corriendo. Un día de esos en los que todo pesa más de la cuenta.


Y la verdad, no tenía ganas de ser fuerte ni de poner buena cara.

Tenía ganas de desaparecer un rato.

Pero como eso no es posible (todavía), decidí hacer lo siguiente mejor: mimarme.


Me llevé a mí misma —que bastante aguanto— a comer donde sé que me tratan bien, pedí una copa de vino sin buscar excusas, un postre que no compartí con nadie y un rato largo de no hablar con nadie.

Paz.


Después me fui a la playa. Mi lugar de equilibrio.

Y ahí, con la luna en lo alto como única compañía, me senté en la arena.

Yo, de espaldas al mundo.

Mirando ese mar que nunca pregunta, solo recibe.


La copa de vino seguía a mi lado. Ya vacía. Como yo, pero por poco.

Y pensé: Mira qué ironía. El día se ha ido a la mierda, pero yo sigo aquí. Sentada. Respirando. Entera, aunque con las costuras algo tirantes.


La luna me miraba en silencio.

Como siempre.

Ella no dice nada, pero lo sabe todo. Como yo. Como todos los que no hablamos mucho pero observamos demasiado.


Y entonces, sin hacer nada especial, pasó algo pequeño pero poderoso: me sentí en casa. No en un lugar, sino en mí.

Volví a encontrar ese hilo fino que me reconecta cuando el día me desenreda por completo.


Hoy no fue un buen día.

Pero me lo terminé regalando.

Y eso, para mí, ya es una victoria.


jueves, 3 de julio de 2025

Orgullo de equipo

 Trabajo rodeada de personas que no solo hacen bien su trabajo, sino que lo hacen con alma. Médicos, enfermeras, técnicos de rayos, celadores… y yo, desde la parte administrativa, ahí donde muchas veces nadie mira pero todo pasa. Un equipo real, de carne y hueso, que saca adelante lo imposible con una mezcla de profesionalidad, nervios de acero y buen humor en los pasillos.


La verdad es que es difícil no sentir orgullo cuando ves cómo se entregan, cómo sostienen a quien lo necesita, cómo se apoyan entre ellos sin necesidad de grandes discursos. He tenido la suerte de vivirlo de cerca, de compartir turnos, prisas, silencios incómodos… y también risas que alivian días duros.


Y sí, hay quien no lo ve. O no quiere verlo. Hay comentarios al aire, miradas que sobran, indirectas que parecen muy directas… Gente que no conoce el trabajo, pero lo critica. Que no pregunta, pero opina. Que pone piedras en el camino como quien echa sal en una herida, esperando que escueza.


Pero mientras ellos hablan, nosotros seguimos. Y seguimos bien.


Porque esto va más allá del cargo, del despacho o de lo que dice un organigrama. Esto va de personas que se arremangan, que no se esconden, que hacen su parte aunque nadie aplauda.


Sigo estando orgullosa.

Porque sé con quién trabajo.

Y porque, aunque intenten empañarlo, lo nuestro brilla por mérito propio.


Las barreras solo detienen a quien decide quedarse quieto.

Yo elegí seguir caminando. Y no camino sola.