miércoles, 11 de junio de 2025

Un mes de vuelta

Un mes de vuelta


Hace un mes que regresé al trabajo después de seis meses de baja. Seis. Medio año fuera del ruedo por un accidente que me dejó el cuerpo magullado y la paciencia afinada.


Volver fue... raro. No dramático, pero tampoco como si no hubiera pasado nada.

Algunos me recibieron con un abrazo, otros apenas levantaron la vista. Y esa tensión silenciosa de “a ver por dónde salta la próxima jugada”... sigue ahí, agazapada. Tarda, pero se la intuye venir. Siempre se la intuye.



La verdad es que cuesta encontrar tu hueco cuando ya nadie te espera. Pero aquí estoy: organizando agendas, lidiando con pantallas que no cooperan y recogiendo migajas de afecto entre cita y cita.


Y es que nadie es imprescindible, eso ya lo sé. Pero oye… hay ausencias que se notan más. Y presencias que, aunque molesten a algunos, iluminan rincones que se habían quedado un poco apagados.


Volver no es solo volver. Es reconstruirte mientras haces como que todo sigue igual. Como si el tiempo no se hubiera estirado como un chicle.


A quien esté en ese punto de regreso: no te exijas heroicidades. Vuelve como puedas. Si un día solo puedes sonreír y no gritar, ya es bastante.


Y si alguien te intenta apagar, haz como los faros: sigue brillando, incluso en tormenta.



domingo, 18 de mayo de 2025

Volver al trabajo después de 6 meses: crónica de una (re)incorporación anunciada

¡Seis meses! Y ojo, que no fueron esos meses de tumbona en la playa con el sol acariciándome la piel y un cóctel en la mano (ojalá), sino más bien una montaña rusa entre fisioterapia, libros que prometían encontrarme a mí misma, descubrir que el yoga duele más de lo que aparenta, volver a sentir mis músculos (gracias, sentadillas) y ese lento redescubrimiento de mi fuerza interior y exterior, llegó el momento que ya daba vueltas en mi cabeza: ¡volver al trabajo! 

Y sí, amigos, la oficina sigue en pie sin mí, aunque a veces me dio pena no haber sido imprescindible. 


Día uno: el drama real

El despertador sonó a las 6:00 h. Mi cama y yo libramos una batalla épica —"Cinco minutos más" vs. "El café se enfria, espabila"— y al final ganó la dignidad (y la cafeína). Café en mano,  medio despeinada y sin mucho maquillaje (el “medio” aquí es clave). Me puse ropa de persona funcional (¡hola, pantalones con botón!), confirmé que el espejo no me jugaba una mala pasada y salí a la calle con una sensación rara, como si fuera una "yo" nueva pero a la vez preguntándome en que punto exacto me había quedado de esta película. 

El camino al trabajo fue, como cuando retomas una serie de Netflix que dejaste a medias y de pronto todo sigue igual, pero tú ya no eres el mismo espectador. Hola compañeros. Sí, volví. No, no soy un holograma. Ni un fantasma. Aunque a veces me siento así, en plan “¿me estarán extrañando o mejor que no?”.


El reencuentro: mezcla de cariño y caos


Mis colegas me recibieron con sonrisas sinceras, un par de “¡cuánto tiempo!” y "¡Has vuelto!" (traducción: "¿Ya no te duele la muñeca o…?"). algunas preguntas del tipo “¿ya estás bien?” que iban desde la preocupación auténtica hasta el típico cotilleo de oficina. Ahí estaba yo, con un nudo en la garganta, mitad emocionada y mitad deseando estar ya en mi rincón tranquilo, con mis caminatas, comidas organizadas y esas siestas que nadie sabe que me robo.

Pero no todo fue un drama: volver a la rutina laboral también tuvo su lado bonito. Volver a sentirme útil, salir de los chats de memes para tener conversaciones de verdad, y descubrir que mi silla giratoria todavía me esperaba, fue algo casi conmovedor.


Lecciones después de volver

El cuerpo tiene memoria, ¡y vaya si la tiene!  Al principio sentí que me había atropellado un lunes eterno, luego recordé: "Ah, ya. Esto se llama 'estar sentada siete horas'." pero oye, ¡se sobrevive! 

No hace falta fingir que todo está perfecto siempre. Un poco de humor, algo de ironía, y sobre todo mucha paciencia —con uno mismo y con el mundo— es la fórmula que mejor funciona.

Pues mira… Sí. Aunque extrañaré mis siestas sin culpa y el lujo de almorzar sin prisas, volver me recordó que soy más que una baja médica. Que hay algo poderoso en retomar las riendas (aunque sea con calma), en reconectar con colegas que, en el fondo, sí preguntaban por mí… y en darme cuenta de que, después de todo, no había perdido el ritmo. Solo le había puesto pausa.

Que puedes regresar mejor. Más fuerte. Más centrada. O al menos con mejores snacks en el bolso, ¡¡LLEVA MÁS SNACKS!


Así que si estás a punto de regresar al trabajo tras un largo parón, prepárate para ese choque cultural y, sobre todo, para ese orgullo inmenso de haber sobrevivido al primer día.


Porque sí: estamos de vuelta. Y aunque no vinimos a jugar, un poquito sí que vamos a dar la lata. 




domingo, 11 de mayo de 2025

Regreso al trabajo en 5 días… y sí, estoy entrando en pánico suave

La cuenta atrás ya no es una metáfora dramática: en cinco días, vuelvo al trabajo. Cinco. Como los dedos de una mano. Como los días laborables que se me vienen encima. Como los minutos que tardo en arrepentirme de haber mirado el calendario.

Y no es que no quiera volver, ¿eh? Es solo que... no sé si estoy lista para lo que eso implica. Porque después de seis meses fuera, volver se siente un poco como tratar de subirte a un tren que ya arrancó hace rato. Uno que además va lleno, no frena en todas las estaciones y al que no sabes si te dejaron asiento reservado o no.


Mi cerebro ahora mismo: una lista mental caótica

Ropa de trabajo: tengo el 80 % en cuarentena textil desde octubre. Me probé un pantalón y se me caen. ¿Plan B? Leggings disfrazados de “estilo relajado chic”.

Horarios: estos meses me he acostumbrado a desayunar tranquila, hacerme el café en modo ritual zen y, a veces, quedarme mirando el techo sin culpa. Ahora toca correr. Correr, Cat, correr.

Socialización: ¿cómo se hacen conversaciones de ascensor sin hablar del tiempo ni del gato? ¿Y si alguien me dice “¡cuánto tiempo!” y me sale contestar “ya, ojalá hubiera sido más”? O responder al recurrente "¿Cómo estás?" Con un "mejor desde que no te veo todos los días". 

Nivel de drama: fluctúa entre “esto va a estar bien, venga” y “finge tu muerte y manda una nota escrita a mano diciendo que te fuiste a buscarte a ti misma”.


Pero también, entre tanto pánico funcional… hay cositas buenas

Hay una parte de mí que tiene ganas. Ganas reales, aunque mezcladas con nervios raros. Volver a ver a la gente, sentir que formo parte de algo más grande que mi lista de reproducción de Spotify o mis experimentos con kéfir y arandados. 


La verdad es que echo de menos sentirme útil, aunque ahora lo diga con voz bajita. Echo de menos las pequeñas rutinas tontas: mirar el reloj esperando la hora del café, quejarme del aire acondicionado, tener una razón para ponerme colonia que no sea ir al supermercado.

Y es que aunque estos seis meses me han servido para reconstruirme (con pausa, con terapia, con paciencia y con algún que otro atracón de series), también han sido un paréntesis. Uno necesario, sí, pero un paréntesis al fin y al cabo.


Ahora me toca escribir la continuación.


Spoiler: todavía no sé qué tipo de historia será. Pero tengo la sensación de que va a estar bien. O al menos interesante.


Y si me preguntan qué es lo que más voy a echar de menos… sin dudarlo: a mi gato. Y  mi rutina.

Sobre todo a mi gato.


#VueltaALaRealidad

#RutinaEn3...2...1

#GatoTeExtrañaré

#ModoOficinaON

#CrónicaDeUnRegresoAnunciado

#AdiósCaféConTranquilidad

#DíasDePijamaContados

#VueltaAlTrabajo

#DiarioPersonal

#BlogDeVida

#ReflexionesDeLunes

#AsíEstamos

#VidaCotidiana

#HistoriasReales

#HumorConCafé
#NosVemosEnElCafé


lunes, 5 de mayo de 2025

El fascinante arte de la conversación telefónica (y sus súbitos finales... cortesía del absurdo moderno)

 ¡Saludos, criaturas digitales! Hoy hablaremos de una de las más altas expresiones del surrealismo cotidiano: la llamada telefónica misteriosa. Esa que empieza con un sonoro "Dígame" y, acto seguido, una voz sin rostro te lanza la pregunta del millón: “¿Es usted el titular de la línea?”

Ah, qué elegancia. Qué formalidad. Uno esperaría que a continuación te ofrecieran un trono o, al menos, una taza de té.

Pero no. Confirmas tu gloriosa titularidad —porque, claro, si tienes un móvil en la mano debe ser por puro capricho de los astros— y entonces... pi-pi-pí. Adiós. Fin. Como si hubieras pronunciado el conjuro secreto para invocar el silencio eterno.

Y tú te quedas ahí, con cara de “¿Perdón?” preguntándote si acabas de ofender a una inteligencia artificial sensible o si, tal vez, acabas de pasar una prueba que desconocías.

Pero espera. Aquí entra en juego el rumor con más fundamento que muchas noticias: ¿y si todo esto es una trampa para que digas “sí”? Un inocente, confiado, legalmente utilizable “sí” que puede ser reciclado como prueba de consentimiento para venderte hasta una isla desierta con hipoteca a 30 años.

Porque claro, en la era del consentimiento automatizado, tu afirmación podría estar ahora mismo adornando un contrato de televisión por satélite, o peor: una suscripción vitalicia a revistas de pesca deportiva.



Y mientras tú miras el móvil como si te hubiera mordido, te preguntas: ¿fue una venta frustrada?, ¿una encuesta evaporada?, ¿una broma cósmica? ¿O tal vez estamos ante una compleja operación de espionaje cuyo objetivo eres tú… y tu “sí”?

Así que, almas cibernéticas: ¿cuál es vuestra hipótesis? ¿Os habéis librado alguna vez del temido “sí” asesino? ¿O sois ya socios platino de una empresa que no sabéis que existe?57 

¡Comentad sin miedo! Total, ya nos tienen grabados.

martes, 1 de abril de 2025

Pesadilla Catarsis




Me despierto con el corazón latiendo desordenado, la piel fría y una angustia que se enreda entre las sombras. La habitación aún guarda los ecos del sueño, como si algo, o alguien, se negara a soltarme.

No es solo una pesadilla. Es el pasado resonando en las paredes de mi mente, un laberinto de grietas que se abre sin previo aviso. No sé qué lo desencadena: tal vez el silencio, tal vez la memoria, tal vez algo que ni siquiera tiene nombre. Pero ahí está, siempre presente: la opresión en el pecho, el miedo que se arrastra, la lucha contra un guion que nunca elegí escribir.

Los sueños nos arrastran a lugares que creímos olvidados. Nos recuerdan lo que sobrevivimos, lo que aún sangra, lo que callamos incluso ante nosotras mismas. Y, sin embargo, también susurran: "Aquí sigues. Despierta. Dueña de esta noche, de este cuarto, de esta historia que aún no termina de escribirse".

No sé cuándo volverán, ni si alguna vez dejarán de llegar. Pero hoy, en esta penumbra, les hago frente con palabras, dejándolas caer sobre el papel como un conjuro, como un grito ahogado, como un "aquí estoy" que quizás, solo quizás, sea suficiente.

Por ahora.

martes, 18 de febrero de 2025

Evolución

Un blog olvidado, que de nuevo cobra valor. No buscado el reconocimiento, sino como un medio para analizar mis sentimientos y emociones, mi forma de vivir la vida, mis metas y sueños, y mis limitaciones y frustraciones.

Un reflejo de mi viaje interior.





sábado, 15 de febrero de 2025

UN NUEVO COMIENZO

Esta mañana, mientras meditaba, decidí soltar los fantasmas del pasado, dejar ir todo aquello que ya no tiene lugar en mi vida. Sentí, por fin, que podía empezar un nuevo camino. Justo en ese instante, las campanas de la iglesia comenzaron a repicar, como si estuvieran marcando este nuevo inicio.

Después, suavemente, su sonido dejó paso al canto de un pequeño pájaro. Percibí en su canto esperanza y seguridad, quizá porque, en el fondo, siempre he sentido que si los pájaros cantan, todo está en orden. Cuando callan, es señal de peligro.

Vivo en una ciudad, pero en ese momento no se escuchaba ningún ruido de coches, ninguna voz, ni siquiera los perros de los vecinos. Solo las campanas y el pájaro, que sigue cantando. Y yo, en medio de ese silencio, sentí paz. Mucha paz.

Cata



CUESTIÓN DE CONFIANZA

No, no puedo concebir querer a alguien en quien no confío. Bien sea una amigo o una pareja. Sin confianza no existe el cariño.

He vivido las dos caras de la moneda.
Alguien que decía amarme pero jamás confió en mi. En todo lugar aparecían fantasmas. Una mirada era una insinuación. Un retraso una cita. Una sonrisa...
No, para mi eso nunca fue amor.
Descubrí con el tiempo que no podía permanecer junto a alguien que en cada palabra, en cada gesto veía un motivo para desconfiar.

Así, cuando pasé al otro lado, cuando empecé a descubrir pequeñas mentiras, cuando dejé de confiar, entendí que era el fin del amor. Posiblemente me alejé de la peor forma posible.
No me enfado con facilidad, pero cuando lo hago... me convierto en un huracán, arraso todo a mi paso.



jueves, 10 de septiembre de 2015

QUIERO ESTAR SOLTERA CONTIGO

Quiero que vayas a tomarte una cerveza con tus amigos, para que al día siguiente tengas resaca y me pidas que vaya a verte porque tienes ganas de tenerme entre tus brazos y que nos acurruquemos. Quiero que hablemos en la cama por la mañana de todo tipo de cosas, pero algunas veces por la tarde; quiero que cada uno haga lo que quiera durante el día.

Quiero que me hables sobre las noches que sales con tus amigos. Que me digas que había una chica en el bar que te hacía ojitos. Quiero que me mandes mensajes cuando estés borracho con tus amigos para que me digas chorradas, sólo para que puedas estar seguro de que yo también estoy pensando en ti.

Quiero que nos riamos mientras hacemos el amor. Que empecemos a reírnos porque estamos probando cosas nuevas y no tienen sentido. Quiero que estemos con nuestros amigos, para que me tomes de la mano y me lleves a otra habitación porque ya no puedes aguantarte más y tienes ganas de hacerme el amor ahí mismo. Quiero intentar permanecer en silencio porque hay gente y nos pueden oír.

Quiero comer contigo, que me hagas hablar sobre mí misma y que tú hables sobre ti. Quiero que discutamos sobre cuál es mejor, la costa norte o la costa sur, el barrio occidental o el oriental. Quiero imaginar el departamento de nuestros sueños, aún sabiendo que probablemente nunca vivamos juntos. Quiero que me cuentes tus planes, esos que no tienen ni pies ni cabeza. Quiero sorprenderme diciendo: “Toma tu pasaporte, que nos vamos”.

Quiero tener miedo contigo. Hacer cosas que no haría con nadie más, porque contigo me siento segura. Volver a casa muy borracha después de una buena noche con amigos. Para que me tomes la cara, me beses, me uses como tu cojín y me abraces muy fuerte por la noche.

Quiero que tengas tu vida, para que decidas irte de viaje unas semanas por puro capricho. Para que me dejes aquí, sola y aburrida, deseando que salte tu carita en Facebook diciéndome “hola”.

No quiero que siempre me invites a tus panoramas, y no quiero invitarte siempre a las míos. Así, al día siguiente puedo contarte cómo fue la noche y tú puedes contarme la tuya.

Quiero algo que sea simple y, a la vez, complicado. Algo que haga que, a menudo, me haga preguntas a mí misma, pero que, en el momento que esté contigo en la misma habitación, desaparezcan todas las dudas. Quiero que pienses que soy guapa, que estés orgulloso de decir que estamos juntos.

Quiero que me digas te quiero y, sobre todo, poder decírtelo yo a ti. Quiero que me dejes andar por delante de ti para que puedas ver cómo se mueven mis caderas de lado a lado. Para que me dejes arañar las ventanas de mi coche en invierno porque mis caderas se contonean y eso te hace sonreír.

Quiero hacer planes sin saber si al final los realizaremos. Estar en una relación clara. Quiero ser esa amiga con la que adoras estar. Quiero que sigas teniendo el deseo de tontear con otras chicas pero que me busques a mí para terminar la noche juntos. Porque quiero ir contigo a casa.

Quiero ser esa a la que le haces el amor y después te quedas dormido. La que te deja en paz cuando estás trabajando y a la que le encanta cuando te pierdes en tu mundo de música. Quiero tener vida de soltera contigo. Porque nuestra vida de pareja sería igual que nuestras vidas de solteros de ahora, pero juntos.

Un día, te encontraré.

Angela Barraza Risso
El Ciudadano

miércoles, 24 de diciembre de 2014

NAVIDAD, O NO

Mañana es ya nochebuena, estoy delante del PC tratando de estudiar sin llegar a concentrarme. Suena la canción de Joe Cocker, "You can leave your hat on", no muy navideño precisamente, ni posiblemente la más indicada para estudiar. El cantante británico falleció ayer y le rindo mi pequeño homenaje escuchando algunas de sus canciones.

Me olvido de Lev Manovich, la música trae a mi mente un montón de recuerdos. Algunos dibujan en mis labios una tímida sonrisa, la mayoría inundan mis ojos de lágrimas. Sé que algún día dejará de doler y únicamente quedarán las sonrisas. Ahora es todo demasiado reciente. Demasiados cambios en mi vida en un espacio muy corto de tiempo. Ilusiones, decepciones, nuevas amistades, nuevos horizontes, algún que otro adiós definitivo.  





Navidad, las fechas tampoco son las más apropiadas para sonreír. 
Recuerdo las navidades de mi infancia o, no tan atrás en el tiempo, las navidades de la infancia de mis hijos, cuando decorábamos el árbol entre todos, al mayor le gustaba poner el belén, sonaban villancicos, adornábamos la mesa en espera de los invitados, se escribían las cartas a los reyes, solíamos ir a pasear los tres por el centro de la ciudad, admirando las luces que iluminaban las calles inusualmente llenas de gente paseando (lo habitual es que en cuanto los comercios cierran sus puertas la gente desaparezca de las calles). 
Ellos han crecido y yo perdí el espíritu navideño, o tal vez me lo robaron. No consigo ver la solidaridad, el amor al prójimo, las sonrisas en los rostros de la gente que pasea a mi alrededor. Nos gastamos en regalos, comidas y celebraciones un dinero del que no disponemos, habrá que tirar de tarjeta, los que aún se lo puedan permitir.



Yo este año decidí no celebrar nada, realmente no tengo nada que celebrar. La Navidad perdió todo su significado, convirtiéndose en puro consumismo, no veo el motivo de gastarme un dinero del que no dispongo para celebrar algo en lo que dejé de creer.

A los que aún mantienen la ilusión. FELIZ NAVIDAD.